Me cuentan – yo aún no la he visto – que Inside Job es sensacional. Un documental sobre la crisis financiera que se concentra en quienes la provocaron. Me dicen que la gente en Madrid apludía al terminar un pase normal de la película, algo extremadamente raro en las salas de cine españolas. Cuentan en Twitter que la ministra de Economía española la vio recientemente, y quizá sea ese el motivo para haber declarado recientemente que «están pagando la crisis los que no la causaron».
Attac, una de las organizaciones altermundialistas más importantes del mundo, me envía la carta que 1.000 economistas – entre ellos mi amigo Carlos Mulas – han firmado pidiendo al G20 que imponga la famosa Tasa Tobin, ahora también llamada Tasa Robin Hood, la vieja y tan reclamada tasa a las transacciones financieras, que nadie se atreve a aplicar.
MoveOn, la organización estadounidense progresista, me envía un vídeo bien claro y corto en el que un tipo explica rápidamente cómo se ha producido el déficit que ha estado a punto de cerrar el Gobierno de Estados Unidos.
Ayer en las páginas salmon de finanzas de El Mundo, se habla de «los enemigos de España»: por ejemplo, algunos analistas de The Wall Street Journal y el Financial Times (ambos de Murdoch, no se olvide, presidente del Consejo en el que se sienta nuestro afamado José María Aznar por unos cuantos cientos de miles), además de dos o tres influyentes analistas que se permiten insultar al Gobierno de España para cuestionar su credibilidad.
En un artículo también ayer en El País, el premio Nobel de economía progresista Paul Krugman se pregunta qué le pasa a Obama que está tan timorato en la lucha contra los especuladores.
Unos cuantos centenares de jóvenes se concentraron en Madrid hace poco para protestar por la lamentable situación en que se encuentran por cientos de miles.
Telefónica provoca uno de los mayores enfados colectivos que se recuerdan cuando el mismo día – por un lamentable error de coordinación de dos departamentos distintos de la compañía – se hace saber al regulador que se producirán dos hechos relevantes: un ajuste en el 20 por ciento de la plantilla que pondrá en la calle a unos 4.000 trabajadores, y un bonus a los directivos por una millonada. Creo que ha sido el peor día para Telefónica en materia de reputación en los últimos años.
Y hoy mismo, también en El País, el profesor de Economía Antón Costas, habla en su artículo «Quiebra moral de la economía de mercado» de estas mismas cuestiones y del sometimiento de la política «a los mercados».
Hay, en fin, un ansia de una nueva retórica Robin Hood: quitar a los ricos lo que ganaron de manera desproporcionada e injusta, y devolvérselo a los «pobres»: los millones de ciudadanos que se ven en plena crisis sin haber hecho nada por causarla. Lamentablemente, no ha habido líder europeo alguno que haya tomado esa retórica como bandera. Aquí en España, por ejemplo, Zapatero no hace sino insistir en «tranquilizar a los mercados», en su preocupación por la prima de riesgo, en reuniones con las mayores corporaciones…
En un estudio de la Fundación IDEAS que aún estamos trabajando, se pregunta a una muestra representativa de la población española si cree que «es malo que el Estado intervenga en la economía porque es mejor permitir el libre funcionamiento de los mercados». El 80 por ciento cree que es mejor la «libertad». Pero cuando se pregunta si se está de acuerdo en que «es bueno que el Estado intervenga en la economía porque es necesario luchar contra la acción de los especuladores», el 90 por ciento también está de acuerdo.
La inmensa mayoría de los ciudadanos europeos, estoy seguro, apoyarían a quien mostrara claramente su voluntad de luchar contra los especuladores, los avaros, los insolidarios, promoviendo normas de control y de redistribución razonables. Como Robin Hood. Pero parece que aún nadie se atreve.
((Y mientras tanto la extrema derecha triunfa en países tan progresistas como Finlandia)).