Skip to content

«Trabajadores» sí; «sindicatos», no

A los españoles les gustan los «representantes de los trabajadores» más que los «sindicatos». En un estudio que patrocinó la Fundación Ideas el año pasado, hicimos a dos muestras distintas pero equivalentes y comparables de ciudadanos, las dos preguntas/frases que se ven abajo. Mientras la mayoría está de acuerdo con que en las empresas haya representantes de los trabajadores que se dediquen en exclusiva a resolver los problemas que surgen, sólo una minoría quiere liberados sindicales.

Por eso no fue buena idea de Alfredo Pérez Rubalcaba decir el pasado viernes que «ellos se manifiestan con la Conferencia Episcopal y nosotros con los sindicatos.» Habría sido un mejor enmarcado, un mejor framing, decir: «ellos con los obispos, nosotros con los trabajadores». Una vez no tiene demasiada importancia, pero un marco repetido mil veces termina por imponerse. La causa del PSOE, y la de CCOO y UGT, no puede ser sólo la de los sindicatos, sino la de todos los trabajadores. Dicho sea con el único ánimo de ayudar a mis amigos tanto del PSOE como de la UGT.

 

De acuerdo

En desacuerdo

Es necesario que en las   empresas haya representantes de los trabajadores que se dediquen sólo   a resolver los problemas laborales que surgen 

71%

27%

Es necesario que en las   empresas haya liberados sindicales que dejen su trabajo habitual para dedicarse a tareas del sindicato 

40%

53%

 

Exposición de parafernalia política de la historia de México

En el MODO, museo joven de nombre absurdo: el Museo del Objeto del Objeto, que abrió en el DF en 2010. La exposición, «De Porfirio Díaz a Vicente Fox, propaganda electoral en México en el siglo XX», parece muy interesante, y es un repaso de los últimos cien años de la historia de México a través de miles de objetos de propaganda política. Aparentemente hay decenas de partidos, pero conviene recordar que el PRI gobernó casi todo el siglo. Aquí puedes ver un articulito interesante de The Economist sobre la exposición.

 

 

 

Mejor sitio pequeño abarrotado, que grande vacío

En el New York Times de ayer, un artículo con una importante enseñanza, a partir de un mitin de Mitt Romney en su campaña de primarias en Estados Unidos. No montes un mitin en un estadio de 65.000 personas si sólo vas a poder llevar a 1.200. Porque la sensación de debilidad será obvia. Especialmente en la época de Twitter, dice el Times, en la que el viejo truco de limitar la visión al escenario del líder para la televisión, queda rápido desenmascarada. En realidad, no se habría enterado nadie si no hubiera sido por el propio New York Times y los medios que le siguieron luego en la información.  Mucho mejor que parezca que todo el mundo quiere verte convocando en un sitio que estés seguro que llenarás.

Por lo demás, un estadio vacío refuerza la idea de que Santorum va para arriba y Romney para abajo.

Hace cuatro años a estas alturas, Obama llenaba estadios.

 

Los Idus de Marzo, el 9 de marzo

Ese es el día del estreno de la película de Clooney, Los idus de marzo, que promete ser un hit. Un thriller político, ligeramente inspirado en la campaña del demócrata Howard Dean, en el que aparecen consultores de comunicación en no muy buen lugar, creo. Se estrenó en el Festival de Venecia en el verano.

Están invitando a los pases previos y demás, pero para el público estará en los cines el 9 de marzo. No hay que perdérsela. Aquí el trailer con subtítulos en español.

 

 

 

Genial Obama, para arriba al ritmo de blues

Mientras los republicanos se hunden en la miseria de la elección entre un extremista religioso bastante raro (Rick Santorum), y un riquísimo candidato mormón supuestamente moderado en que ha pagado poquísimos impuestos (Mitt Romney), Obama sube en las preferiencias de los estadounidenses. Lo hace porque la economía – especialmente en materia de empleo – parece que empieza a enderezarse. Y lo hace porque, sencillamente, es un candidato infinitamente mejor. Por lo demás, pocos presidentes no son reelegidos.

Ayer Obama dio muestras de que es un tipo auténtico, pese a todas las dificultades para hacer política en un país tan polarizado y entristecido por lo que parece ser una pérdida inexorable del liderazgo mundial. En la Casa Blanca, con BB King y Mick Jagger, en una fiesta de recaudación de fondos para el Harlem de Nueva York, Obama se arrancó a cantar un par de estrofas de un blues. Con estudiada naturalidad, indudable talento y buen tono, Obama es hoy estrella en los medios mundiales. Un poco de alegría entre tanta lástima no está nada mal. Alana Moceri, nuestra amiga demócrata aquí en Madrid, nos lo cuenta y nos ofrece el vídeo en su blog.

Si quieres leer un buenísimo libro lleno de anécdotas sobre la promiscua relación de los presidentes americanos con los artistas, lee Celebrity in Chief, de nuestro también amigo Alan Schroeder.

La más inteligente estrategia de Rajoy

Reducir las expectativas. Al máximo. Dejarlas bajo cero. Con ese lenguaje épico tan utilizado en momentos prebélicos: lo único a lo que tenemos que temer es al temor mismo…, etc. Reduciendo las expectativas, diciendo por ejemplo, como dicen, que la nueva reforma laboral no creará empleo a corto plazo, pero que es necesaria, cualquier empeoramiento en la situación se dará por descontado, y cualquier mejora se atribuirá por definición al Gobierno (porque la gente atribuye al Gobierno los fracasos pero también los éxitos).

Y cuando, quién sabe si en uno o dos años, las cosas vayan mejor, porque peor es difícil que vayan, entonces el Gobierno podrá decirnos que fue gracias a él. Los socialistas españoles van a tener una losa impresionanante encima: la que afirma que ellos  (González y Zapatero) destrozan la economía y los populares (Aznar y Rajoy) la recuperan. Se trata de una mentira grande como la pirámide de Keops, pero verosímil y fácil de decir y de reproducir.

Sólo si mis amigos del Partido Socialista empiezan ya a avisar de la existencia de esa trampa mortal, podrán evitarla.

Veáse aquí mismo «El síndrome Disneyland»

El dilema del dictador: ¿ganar con el 95% o con el 99%?

Así lo llama Joshua Keating en Foreign Policy: el «dilema del dictador»: decidir si dices que has ganado unas elecciones con el 95 por ciento de los votos, por ejemplo, o directamente con el 99 o el 100 por cien. Recientemente, el presidente de Turkmenistán, Kurbanguly Berdimukhamedov, dijo haber sido reelegido con el 97 por ciento de los votos, cifras similares a las esgrimidas por otros dictadores de repúblicas islámicas más o menos cercanas, como Uzbekistán o Kazajstán.

Aún más descarados son otros presidentes, «elegidos» con el 99 o el 100 por ciento de los votos, como los hermanos Castro, el coreano Kim Jon Il o el sirio Bashar al-Assad. A tenor del 97,68 que se supone que obtuvo en el referendum presidencial de 2007, sin candidato de la oposición, es inexplicable que tanta gente esté deseando verlo fuera del Gobierno en estos días tumultuosos en su país.

Dice Keating que el umbral para que el resultado electoral parezca más o menos presentable a Occidente está en el 90 por ciento. Más, es evidente que es una estafa. Menos puede llegar a ser algo más creíble, aunque sea poco.

Los hombres más importantes de 2012 en América Latina

Henrique Capriles ganó ayer las primarias de la Oposición en Venezuela. Lo hizo con el apoyo hace unos días de Leopoldo López, otro joven de 40 como él que no logró superar en el electorado la losa de su inhabilitación política por Chávez, a pesar de contar con una sentencia favorable y teóricamente vinculante de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Capriles y Leopoldo son dos jóvenes progresistas electoralmente muy atractivos, que desde hoy pueden romper con el maleficio de la oposición venezolana de los últimos años. De momento, ya hoy, con un par de millones de votos recogidos en unas primarias de la Oposición organizadas relativamente fuera del sistema, se acabó ese lugar común que decía que la Oposición estaba dividida. Los cinco candidatos ya se han alineado con el ganador y ahora hay dos adversarios bien visibles: Capriles y Chávez.

Capriles será el hombre más importante de la política latinoamericana de este año porque las elecciones en octubre en Venezuela serán sin duda las más relevantes del continente: por la importancia del país y también por el símbolo que Chávez es. El presidente venezolano está fuerte en los sondeos: aún cuenta con una aprobación mayoritaria de la población, 14 años después de llegar al Gobierno, y pondrá todas las armas (metafóricas y quién sabe si reales) en la «defensa de la revolución.» Los jóvenes opositores tienen un desafío titánico entre manos.

Ni fue «sucia,» ni agito a nadie

Agitar tratará de agitar El Semanal Digital, que trata de hacerlo habitualmente, y que hoy me dedica una entrada en la que me asigna capacidades que no tengo. Lo hace, además, sin llamar por teléfono, sin pedirme opinión, y a partir de falsedades cogidas por ahí. Por si alguien de la redacción, o cualquier otra persona, necesita llamarme, mi número es 630176270. Ahí estoy, disponible.

Dice que yo «agito el enfado por la guerra sucia de Rubalcaba.»Â No creo que ni Chacón ni su equipo ni por supuesto yo mismo estemos enfadados por la victoria de Rubalcaba. En todo caso es posible que alguien (desde luego yo mismo) estemos decepcionados, porque no oculto que yo hubiera preferido que ganara ella. Pero así son las cosas: ella ha perdido y él ha ganado, limpia y democráticamente.

Dice el boletín que yo agito contra lo que ellos describen como «guerra sucia.» En absoluto. No es guerra sucia hablar con los delegados y delegadas en una convención política. Eso es lo que los candidatos deben hacer, y lo que hicieron tanto Rubalcaba, como Chacón, como quienes les apoyaban. Lo que sí digo es que creo que el equipo de Rubalcaba lo hizo mejor, y que también logró apoyos de líderes muy relevantes para el PSOE, como el de Felipe González. Eso no es guerra sucia. Eso es inteligencia. Y yo creo que el equipo de Chacón en eso fue menos eficaz.

Dicen que yo referí aquí en mi blog una frase que ella escogió para su discurso. Y es cierto. Pero yo no decidí poner ahí la frase. Esa frase fue difundida por miles a través de la plataforma progresista MoveOn, y se hizo muy famosa en nuestros círculos. Me alegro de que la recogiera porque es realmente bella. Pero yo no le indiqué que la pusiera ni la escribí en su papel.

Insisten en atribuirme autoría sobre el discurso. Me habría encantado escribirlo, porque es un gran discurso. Pero no lo hice. Yo no escribí el discurso. No sé ya cómo explicarlo. Ese discurso lo escribió su equipo y supongo, por lo que la conozco, ella misma, que es muy minuciosa con lo que dice. Yo no lo escribí. Punto.

Sí, mi colega y amigo Oscar Santamaría, que trabaja conmigo en Asesores aunque no sea mi socio, estaba en el Congreso. Y yo también. Pero ni él ni yo estábamos en el equipo ni tampoco escribimos el discurso. Por mucho que se empeñen algunos, a partir del comentario erróneo de Fernando Garea. Oscar, al que Chacón ni siquiera conoce, tenía una tarjeta de invitado. Y yo una de organización, y estuve un rato por allí viendo a mis amigos del equipo. Pero yo no era miembro de ese equipo. También me habría gustado, porque hizo una muy buena campaña, pero por razones que no vienen al caso, yo no estuve en la campaña.

La falacia “post hoc,” otras trampas del juicio, y la campaña de Chacón

La falacia más frecuente entre los analistas políticos poco finos es la que llamamos “post hoc, ergo procter hoc.” Como algo ha salido mal, todo lo anterior estaba mal. Si Carmen Chacón ha perdido frente a Alfredo Pérez Rubalcaba, todo lo que hizo la primera estaba mal y todo lo que hizo el segundo estaba bien. Es una trampa del cerebro muy frecuente en la vida cotidiana y en la política: tratamos de justificar las cosas de una manera pretendidamente lógica y secuencial, cuando la realidad es generalmente mucho más compleja. Huyo como de la peste de esa tendencia porque creo que para aprender y mejorar en este oficio hay que ser muy frío. Por eso trataré de explicar cómo he visto cada elemento del trabajo de Carme Chacón, a la que admiro como política, estoy agradecido como ex jefa, y quiero como amiga. Vaya por delante que, a pesar de que El País, y aún ayer Fernando Garea en sus páginas, me han querido situar en el equipo de Chacón, yo no he estado en él. He ayudado en lo que se me ha pedido, de manera informal y esporádica, pero ni he escrito el discurso, ni he participado en reuniones estratégicas ni he tomado decisiones, ni he formado parte ni visible ni invisible de su equipo de campaña. Por eso mi criterio, aunque sesgado por mi relación con la candidata, puede ser algo más frío.

¿Hizo Carmen Chacón  una buena campaña? Por supuesto que sí. Lo que era un consenso el sábado por la mañana, antes de la votación, no puede convertirse en lo contrario solo horas  después. Hay quien dice que sólo son campañas buenas las que ganan. Eso es una tontería: hay campañas buenas que pierden y campañas malas que ganan, porque ganar o perder no depende sólo, ni mucho menos, de la campaña, sino de otras claves añadidas: el candidato o candidata, el estado de ánimo de la gente, el papel del adversario y, en este caso, los intereses y equilibrios internos de la organización.

Por lo demás, el resultado dice mucho de la eficacia de todos esos elementos en el caso de Carmen Chacón. Quedarse a 12 delegados de casi mil de haber ganado la secretaría general del PSOE, cuando has tenido en contra al Grupo Prisa, a Felipe González, a Alfonso Guerra y a la maquinaria de Ferraz, es una proeza indiscutible y objetiva. Aquí lo relevante políticamente es perder o ganar, obvio, y ella ha perdido. Pero para técnicos como este servidor lo relevante es, además, la eficacia estratégica y táctica de cada elemento de la campaña. Y es indiscutible que el equipo de Chacón sorprendió primero con su manifiesto “Mucho PSOE por hacer,” que fue distribuido, comentado y expandido como un elemento para la autocrítica, el cambio, la fuerza y la coherencia. Se sumaron cientos de personas y el tono fue claramente positivo. Nadie puede negar que esos principios – cambio, fuerza, coherencia – son estratégicamente adecuados, porque de hecho son los mismos que ha utilizado Alfredo Pérez Rubalcaba. Chacón sorprendió luego en su presentación en Olula del Río, el pueblo andaluz de su padre, y exorcizó así (al menos parcialmente) el fantasma que el adversario trataba de invocar, el de su “catalinidad.” Cuando me contaron cuál era el planteamiento, confieso que me dio miedo el lugar elegido, porque pensé que podía ser tomado como una frivolidad, pero me equivoqué. El equipo de Chacón formuló bien la idea de “catalana andaluza,” que es quien ella es: y esa fue la línea seguida por la prensa. Funcionó, sin duda.

Se hizo luego una campaña al uso, pero muy eficaz: Chacón llenó en todos sitios y la ola de cambio fue creciendo día a día. En esta campaña, como dijo Felipe González en la suya contra Aznar en 1996, “ha faltado una semana o un debate.” De hecho, Chacón formuló bien su desafío a un debate y la sensación de que quien no quería debatir era Rubalcaba, aunque ni uno ni otra tuvieran especial interés en ese debate.

Chacón fue sumando apoyos cada día. Y no entró en las provocaciones de El País, que de hecho se volvieron contra el periódico y contra el propio Rubalcaba, como reconocieron tanto el primero (véase la sección de la defensora del lector del domingo 5 de febrero) como en el equipo del segundo (en conversaciones privadas y anónimas).

¿Fue bueno el discurso de Chacón? Antes de que perdiera yo recibí decenas de mensajes diciendo que sí. Muchos eran de gente que está implicada, y hay por tanto que ponerlos aparte por demasiado amables y cariñosos. Pero recibí también mensajes de gente de la profesión, de amigos no implicados y de ajenos a la política partidaria. Unos y otros, sin fisuras, señalaron que el discurso fue excelente, en ascenso, emocionante, con un cierre espectacular. Algunos – del grupo de los “fríos” – decían que empezó demasiado alta, algo “gritona,” pero eso es una cuestión menor en el contexto general de un discurso que no se dejó nada, que contenía un proyecto sólido y comprometido para España y para el PSOE. Que los comentaristas críticos con ella, de la derecha o de la izquierda, digan que fue un discurso frívolo, de marketing, de frases huecas, etc. es lo normal. Ya sabemos que las predisposiciones determinan la manera de ver. Pero un analista frío debe verlo con menos apasionamiento. Si se dejara a cualquiera (por ejemplo alguien de fuera sin lineamientos políticos locales), ver el discurso observaría que se trata de una excelente pieza. A la que, a tenor del número y volumen de las aplausos, el medidor más objetivo de la eficacia de un discurso, la oradora sacó lustre con su intervención. Algún amigo me dice que tenía que haber ido al foniatra (al logopeda, dice él erroneamente). Carmen estaba nerviosa porque tenía delante el mayor desafío de su carrera política y la atención de millones, y por eso su voz flaqueó en algún momento. Pero eso fue objetivamente muy poco relevante en el conjunto del discurso. Pero ya se sabe: “post hoc, ergo procter hoc.” Como perdió, el discurso fue malo. Absurdo.

¿Podría haber ganado? Por supuesto. Ha estado a punto. Si Felipe González no se hubiera alineado con Rubalcaba. Si El País la hubiera tratado con algo más de ecuanimidad. Si los recursos de Ferraz se hubieran puesto al servicio de los dos candidatos por igual… Chacón habría ganado. Claro que nada de eso dependía de ella.

Sí creo, sin embargo, que la candidata quizá tenía que haber dedicado más tiempo a verse y hablar con los delegados uno a uno para escuchar cuáles eran sus intereses  particulares. Y sí creo que ahí se cometió un error, debido a otra trampa del cerebro: la sobrestimación de tu propia fuerza, el exceso de optimismo. La sensación que tenía el equipo de Chacón, y también los que la conocemos desde fuera, era de que se ganaba. No era sólo una sensación: además salían las cuentas. Pensando en que sólo 12 personas podrían haber cambiado la decisión del Congreso, y que no estaba en manos de Chacón decirle a González o a El País lo que tenían que hacer, ni evitar lo que hicieron, el único flanco objetivamente débil que yo creo que tuvo la campaña de Chacón fue el contacto directo de la candidata y de otros líderes con más delegados y delegadas, algo que no tuvo tiempo de hacer.

Dicho esto, por supuesto: lo relevante es que ha ganado Alfredo Pérez Rubalcaba. Eso es lo políticamente relevante. A partir de ahora tiene una tarea titánica por delante. Yo espero que le vaya muy bien, por el bien de los progresistas en España y en Europa.